martes, 29 de mayo de 2012

el tatetitotu


otro día más tatetitotu como en la edad media tatetitotu supongo tatetitotu seguimos en la deriva absurda tatetitotu cada día más escandalosa e hiriente tatetitotu en esta carrera de caracoles tatetitotu sin más meta que la tierra ni más rastro que la baba tatetitotu adivinándonos por resquicios o palabras que nos salvan tatetitotu simulando y repitiendo tatetitotu simulando y repitiendo una vez más tatetitotu que somos quienes somos y hacemos lo que hacemos tatetitotu porque así nos lo contamos y lo repetimos tatetitotu y nos quejamos y rebelamos tatetitotu aunque nada se detenga y todo siga siendo un mero tatetitotu tatetitotu tatetitotu

lunes, 21 de mayo de 2012

garabato 22


adónde va lo que falta lo que cruza nuestra mente sin llegar al pensamiento _ adónde va lo que decimos por debajo de la voz _ adónde lo que llegamos a decir y nadie oye _ fragmentos perdidos _ huecos _ nada

miércoles, 16 de mayo de 2012

o apocalipse dos trabalhadores, de valter hugo mãe

o apocalipse dos trabalhadores, 2008
valter hugo mãe (1971)
Alfaguara, 2011, 199 p.

valter hugo mãe (escrito así, sin mayúsculas, como su prosa literaria) comparte con otros jóvenes autores portugueses (J.L. Peixoto, Gonçalo M. Tavares) un rigor literario más allá de la mera narración de historias. A diferencia de Peixoto, mãe vuelca su mirada sobre la (dura) realidad con un prisma más humorístico, menos simbólico y lírico, pero igualmente exigente y rico. Las preocupaciones estéticas y creativas de valter hugo mãe no se limitan a la escritura: es, además, vocalista del grupo Governo, y ha realizado numerosas incursiones en las artes plásticas (casi todas las cubiertas de sus ediciones originales, como ésta, son obra suya).

En o apocalipse dos trabalhadores (hay traducción al español de Martín López-Vega: el apocalipsis de los trabajadores, Alpha Decay, 2010) los personajes centrales (Maria da Graça, Quitéria, el ucraniano Andriy) buscan consuelo a su soledad, a su explotación o a su desarraigo en el amor, un amor que primero es sólo sexo y pronto mucho más, y que linda con la muerte. Maria da Graça, criada del refinado pero tiránico senhor Ferreira, sueña con San Pedro y el momento de su llegada al cielo, con el absurdo de un mercadillo a las puertas del reino de ese dios difuso y ausente. Su vida se encuentra atrapada entre su esposo Augusto, que pasa fuera de casa seis meses al año, y ese amo al que unen complejos hilos de dependencia. Mientras, Quitéria busca consuelo en el sexo con Andriy, un joven ucraniano al que acabará uniendo la ternura y la solidaridad. Por su parte, el propio Andriy ha perdido el contacto con sus padres en Korosten, roídos por la locura y la enfermedad.

El narrador que se adentra en esas vidas cruzadas lo hace desde una tercera persona muy próxima a los personajes, aunque no llega a confundirse con ellos. Los trabajadores de la novela forman parte de los estratos más desfavorecidos de la clase obrera: criadas e inmigrantes. Sus vidas no transcurren en ciudades luminosas y marinas como Lisboa o Porto, sino en el Portugal interior de Trás-os-Montes, en la Bragança de nuestros días. El tiempo narrativo pasa de la linealidad a los saltos al pasado (sobre todo al hablar de los padres de Andriy en Ucrania), de modo que al relato de la humillación cotidiana de Maria da Graça bajo los abusos sexuales del senhor Ferreira puede suceder el pánico de Sasha, el padre de Andriy, acosado por la manía persecutoria bajo el estalinismo. Todo se enlaza y forma una historia múltiple, la de los trabajadores sometidos a la asfixia del poder, sea éste personal y autoritario, como el del senhor Ferreira, sea político y totalitario, como en el caso de Sasha.

El logro de valter hugo mãe consiste en contar todo ese drama y al mismo tiempo lograr momentos muy divertidos, como las vigilias pagadas de Maria da Graça y Quitéria, con un humor negro que llega a ser tan angustioso como hilarante. Un humor que en otros pasajes de la novela rezuma denuncia ante la desigualdad social de un país tan próximo en muchos sentidos (y ahora, en el contexto socioeconómico que vivimos, más aún). Ese humor es ocasional, y en ningún momento sirve como edulcorante de una realidad opresiva, sino como otra forma de tomar distancia para narrar de forma precisa y contundente a veces, y otras veces con una sutileza no exenta de ternura.

miércoles, 2 de mayo de 2012

sobre Contrapunto de Don DeLillo

Robert Rauschenberg, Monk, 1955.

“Si conocemos la respuesta, ésta es la pregunta: ¿Cuánto podemos acercarnos al yo sin perderlo todo?”
(Don DeLillo, Contrapunto)

Este libro no es un texto de ficción. No es una narración, ni menos aún un ensayo: es una pieza de arte. Son apenas cincuenta páginas, una docena de fotografías, fragmentos. Hay tres nombres centrales: Glenn Gould, Thomas Bernhard y Thelonius Monk: tres creadores geniales. Don DeLillo realiza su aproximación a estos tres personajes y a los temas que aborda el libro (la soledad del creador, la relación del artista con los demás, los vínculos entre genialidad y locura), tal y como dice el subtítulo, a partir de tres películas, un libro y una vieja fotografía: Atanarjuat: El espíritu del ártico, Treinta y dos cortometrajes sobre Glenn Gould y Thelonius Monk: Straight, No Chaser por lo que respecta al cine; la novela de Bernhard El malogrado (donde trata el tema de la genialidad frustrada, y donde el propio Glenn Gould es un personaje referencial), y una vieja fotografía de Monk, Charles Mingus, Roy Haynes y Charlie Parker.

¿Qué puedo decir de él? Hay lecturas que salen de lo estrictamente literario. Mientras leía Contrapunto, este brevísimo libro de uno de los escritores centrales de nuestro tiempo, tenía la sensación (casi onírica) de estar dentro de una instalación, en un espacio arquitectónico parecido a un museo, pero que no era un museo. En esa experiencia poliédrica en que se había convertido la lectura, coincidía la imagen en movimiento (cine documental), la música (Thelonius Monk, Glenn Gould interpretando las Variaciones Goldberg de Bach), la fotografía y, por supuesto, la palabra. Todo ello ocupando ese espacio interior de la lectura hecha lugar, y sobre ella una bóveda de silencio. Un silencio sonoro, música de la introspección.

¿La genialidad creativa tiene un vínculo con la locura? ¿Por qué se llama locura a lo que no es sino un vivir fuera? ¿Cómo es posible hablar de soledad cuando se hace música, se escribe, se pinta, etc.? Son apenas preguntas que no esperan respuesta.