sábado, 7 de julio de 2012

garabato 23


qué delirio confundir la esperanza y el deseo _ qué vida de loco esta en que se mezcla lo imaginado con lo proyectado hasta el punto de que cuanto proyecto cae como un fardo inerte a los pies de este cuerpo soñante que no cesa de crear realidades efímeras o existencias paralelas y hasta un pasado que no pudo llegar a ser

martes, 3 de julio de 2012

Aprender a rezar en la era de la técnica, de Gonçalo M. Tavares

Aprender a rezar en la era de la técnica, 2007
Gonçalo M. Tavares (1970)
Mondadori, 2012, 325 p.

Algunas lecturas están marcadas por anécdotas en principio ajenas al propio texto. Leer este libro en el espacio público, con semejante título y cubierta, puede inducir a equívocos, y probablemente mi caso no sea el único. Pues sí: me adentré en las primeras líneas del libro en una oficina del INSS. En la dilatada espera para el registro de mi segundo hijo como beneficiario de mi tarjeta sanitaria (¿es que también van a eliminar eso?), noté cómo alguien (no, no era una señora, ni era gorda, ni vieja: qué tedio tanto cliché) posaba largamente su mirada sobre mí mientras leía. Y conforme sentía esa tensión, percibía también su aliento contenido, un deseo apenas reprimido de dirigirme la palabra. Así que, antes de que interrumpiera mi lectura, cerré el libro y la miré con un gesto receptivo que ocultaba torpemente mi curiosidad. Lo que dijo estaba más cerca de la queja que de la pregunta: “Cómo cuesta creer ahora, ¿verdad?”. Podría haber tratado de responderle, de tener una conversación sobre ese ahora y ese creer, pero no fue así, ni pretendo ahora inventarme lo que no ocurrió: una vez más, la timidez me paralizó. Me limité a asentir, puede que por eso mismo ella me acabara mirando con una piedad que lastraba mi deseo de seguir leyendo, de esconderme, como tantas veces, detrás de palabras ajenas.

Y es que no, a pesar del título éste no es un libro de autoayuda, ni un panfleto sectario contra el materialismo tecnológico. Independientemente de lo afortunado o no del título, esto es una novela: ficción de la mejor. Y es una novela de estirpe europea y de tono germano, un libro sobre las raíces del mal y la crueldad ligados al poder, sobre la enfermedad y la muerte que alcanzan también a quien ambiciona ser tirano. Su protagonista, Lenz Buchmann, es un impecable cirujano cuyo éxito no se debe a la generosidad o al sentido de la responsabilidad, sino más bien al poder que conlleva el control sobre la vida ajena. De ahí a abandonar la medicina para pasar a la política hay un paso: Buchmann se afilia al Partido (así con mayúsculas, sin más etiquetas, aunque con claro signo totalitario), y pronto se convierte en la mano derecha del favorito a presidir la ciudad. Sus ideas fascistoides, el influjo firme y autoritario de la figura paterna, su desprecio por todo lo débil y vulnerable lo convierten en el perfecto candidato a dictador. Sin embargo, en su vida se cruza la enfermedad mortal: Buchmann acaba por atravesar la línea difusa que separa a los fuertes de los débiles.

En esta novela, en cierto sentido emparentada con La ofensa de Menéndez Salmón (la asociación es, claro, discutible), lo que importa, sin embargo, no es el propio argumento, prácticamente inexistente. Creo que lo más valioso, aparte del tratamiento de los temas, es la forma de contar, que al fin y al cabo es lo que define la calidad literaria en la narrativa. Gonçalo M. Tavares se aproxima al personaje, a sus ideas y actitudes, desde un narrador en tercera persona dotado, como el cirujano, de un bisturí certero, que disecciona los diferentes aspectos de la vida y el pensamiento de Lenz Buchmann. Para ello el autor estructura el texto en una sucesión de capítulos brevísimos (lo cual es de agradecer cuando el lector es un padre con hijos pequeños), como secuencias vitales ligadas a facetas personales o momentos de su biografía. Estos capítulos o secuencias, en apariencia autónomos, se integran de manera natural y forman un edificio narrativo muy sólido. Que el estilo esté despojado de retórica no entraña en sí mismo ninguna virtud, puesto que la necesidad o no de un estilo así está determinada por la propuesta del autor: aquí se ha preferido una prosa eficaz supeditada a las ideas.

Aunque hay indicios que sitúan la narración en la Alemania de entreguerras (el ascenso del nazismo), creo que Aprender a rezar en la era de la técnica es ajena al tiempo de la historia: la parábola importa más que los hechos. Tampoco me parece que pueda leerse como un libro sobre el poder y el mal en nuestra época: en el mundo globalizado de hoy no es tanto el tiempo de los tiranos (que los sigue habiendo, tan sangrientos como siempre), como el de los tecnócratas siervos del totalitarismo del mercado y de los difusos diosecillos que mueven los hilos sin exponerse. No sé si ya se ha escrito esa novela, yo no la he leído aún. Esta, esté o no fuera del tiempo histórico, no deja de ser una obra muy recomendable.