miércoles, 31 de agosto de 2011

Sète, de la poesía al juego


Voix Vives, Festival de poesía del Mediterráneo: Qué extraño haber encontrado una vez más, en las calles conocidas de Sète (porque no vinimos a esto), en el Quartier Haut y en el puerto, como el verano pasado, entre los olivos y las esculturas de papel maché, tantos poetas de todo el Mediterráneo, performances, música en la calle, dramatizaciones. El espacio de los coches ocupado por árboles y palabras, polifonías entre el francés, italiano, español, portugués, árabe, griego, serbocroata, turco, albanés y otras lenguas; con violochelo, laúd, contrabajo o acordeón de fondo. Extraño, además, porque hay algo contradictorio en un festival de poesía: uno tiende a asociar la palabra poética con la soledad y la búsqueda interior, pero también es cierto que un encuentro de poetas y lectores puede ser una experiencia fértil y agradable (aparte de la música y las actuaciones más teatrales, que le dan otro valor).

Entre los poetas que pude escuchar (lástima la ausencia de Antonio Gamoneda, que no pudo acudir), destacaría, por motivos distintos y con sensibilidades diversas, al chipriota Vakis Loizides, al iraquí Abdul Hadi Sadoun (que ha vivido en España y escrito también en español), a la portuguesa Maria João Cantinho, al tunecino Moncef Ouhaibi y, por razones diferentes a la propia emoción poética (más vinculadas a la capacidad performativa y al contenido de denuncia), al angoleño Nástio Mosquito.

Pero no sólo era el festival de poesía, ni siquiera la música en la calle: era el espacio modificado para la palabra. Era Sète de otra manera: el tablero de juego abierto, ahora más, a la improvisación y a la sorpresa.

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