martes, 22 de enero de 2013

la canción de la lluvia


Ya arranco, voy. Pero cómo decírselo al oso Yuri, con lo sensible que se pone en estos casos y la mala sangre que rezuma. Cómo voy a decirle que el manco ya no va a hablar, pero que estaba además esa niña que yo no había visto nunca. Cómo hacerle creer que la niña surgió del vapor del charco, que se hizo cuerpo desde una niebla que no estaba allí antes, junto a ese pobre idiota del manco. Todavía no. Me estoy acercando demasiado al chalet de Yuri y al momento de las explicaciones: en el próximo cruce giro a la derecha. Conduzco en círculos, escucho esta canción de la lluvia y ahí fuera gotea esa música de nubes que no oigo. La nube. Nadie va a creer que, en el momento de arrojar la cerilla sobre el charco de gasolina a los pies del manco, de una nube de vapor o de gas haya aparecido esa niña con la mano cóncava junto a la boca, como si quisiera susurrarle a ese soplón su último secreto. Más despacio, todavía más despacio. Que esta canción dure siempre. Que al abrir el maletero ya no esté ese pequeño cuerpo calcinado, sino un vapor que se escape por el aire.

1 comentario:

  1. Me guardo esta página en marcadores para seguir con tranquilidad.



    Si se da el caso de que quieres saber m�s acerca de esta cuesti�n, solo tienes que encaminarte a Cartas y Poesias de amor.

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