domingo, 11 de noviembre de 2012

intensidad


No, definitivamente el tiempo de la niñez no tiene nada que ver con la felicidad, sino con la intensidad. Ser niño es ser intenso, agónico, vibrátil. La infancia es el tiempo de la ira y de la euforia, pero también de la melancolía más aguda. Las horas junto a mi hija me hacen recordar que era así, y tengo la impresión de comprenderla, de comprenderme. Acaso sólo la impresión. Lo que me desazona, sin embargo, más allá de no llegar a comprenderla realmente (la empatía es a menudo otra ficción), es no poder ser su igual. No poder ser ella, ahora.

4 comentarios:

  1. En el fondo es algo que tiene que ver más con la identidad que con la empatía. Apenas logro sugerirlo, me parece algo muy complejo de expresar.

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  2. Bueno, yo lo he entendido así.
    Es decir, lo que me ha resquebrajado un poco y me ha abierto el grado de comprensión del texto-del contexto-del momento vital ha sido ese "No poder ser ella, ahora". No poder ser su igual.
    Claro que es complejo y que podrías desarrollarlo más. Pero yo imagino, siento y me duelo a partir de ahí por (ahora sí) una incalculable empatía (contigo, no con ella, ya me entiendes).

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  3. Sí, es una fisura entre "ser su igual" y "ser ella". No es que yo quiera volver a mi infancia o ser un niño otra vez, ni que quiera suplantarla a ella, sino algo entre esas dos cosas, y que entra en el territorio de la ficción o de lo onírico. (Y que no es Borges ni doppelgänger ni nada de eso). Ser yo en ella, despojado de lo que han hecho de mí los años y los errores. Como me pasa a menudo, toda tentativa de explicación me parece reduccionista, pero no es mal ejercicio el intentarlo. Gracias, Lara.

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