jueves, 8 de noviembre de 2012

noche sin dormir, de Eduardo Chirinos


Noche sin dormir



Si voltea al otro lado de la cama el otoño
adquiere actitudes de felino. Turbias las
hojas empiezan a caer y caer como garras.
Hay mordiscos entonces hay resecamiento,
árboles que se mecen con violencia. Y un
poco de tos. Amarillo es inevitable. Ciertos
rojos que avanzan, ciegos, hacia la madurez.
Si volteo me escuchará roncar. Manchas
dispersas de verdor. De pronto vacas en
un establo, bloques de hielo donde navegan

los osos. ¿Invierno? Verdor dije. (Estoy un
poco confundido). Al otro lado de la cama
el verano agobia. Nubes de insectos sobre
la tela metálica. Azul cobalto. Nadar en
el trópico es un lujo: sobrio el mar lanza
botellas, naves absurdas, severos códigos.
Mañana es frágil. Un cuadro al que le faltan
líneas y le sobra color. Te falta primavera.
Cuando ella amanece es primavera.

Este es el poema que más me gusta del libro Mientras el lobo está (Visor, 2010), del peruano Eduardo Chirinos. Puede que no sea uno de los mejores (¿cómo decidir algo así?), y es, en cierto modo, una excepción en el conjunto de un libro compuesto de poemas más narrativos, en ocasiones cargados de un humor despojado de retórica y de soberbia, lleno de afectividad. Este verano tuve la suerte de conocer a Chirinos en Sète. Sé que seguiré leyéndolo, pero es de esos poetas que ganan, y mucho, si se les escucha leer sus poemas a la distancia de unos pocos pasos (y, como ocurre en el festival de Sète, mejor en la calle que en una sala cerrada).

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