viernes, 21 de febrero de 2014

arden

© Anselm Kiefer.

Todos los libros que leo arden. Perdidos en algún lugar de mi memoria, nunca completos: quedan apenas virutas incandescentes, a menudo el rescoldo más o menos apagado de lo sentido entonces, rara vez un puñado de palabras. Las palabras son lo primero en arder. Forman con el tiempo una biblioteca calcinada, dentro, una biblioteca espejo de la que finge no conocer aún el fuego. Por eso toda relectura tiene algo de resurrección y de ave fénix. Luego, una vez más, arden.

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