Estos días he estado leyendo poemas de Ada Salas, cuya palabra tiene la intensidad de un licor, con su fuego en la garganta y el sabor acedo que queda después. Comparto dos aquí:
Debajo de la luz había muertos.
Pronunciaban sus nombres como lluvia.
Ahora que la luz
se ha retirado
aprendo lentamente
el lento balbuceo del olvido.
No creía posible este silencio.
No hay nada aquí.
Una extensión abierta donde todo
podría consumarse
la muerte el huracán
la piel
el principio. Lugar
de apariciones.
Sólo soy el vacío.
La más pequeña luz puede colmarme.
Ada Salas, No duerme el animal (Poesía 1987-2003), Eds. Hiperión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario