domingo, 10 de marzo de 2013

Cuatro por cuatro, de Sara Mesa

Cuatro por cuatro
Sara Mesa (1976)
Anagrama, 2012, 272 p.

Está ese internado, el Wybrany College, y está el ulular del cárabo en el frío de la noche, y luego todo lo demás, que yo no voy a contar aquí. Están los de abajo y los de arriba, profesores, empleados, los y las adolescentes, separados bajo un mismo techo. Uno comienza a leer y encuentra un deseo de huir, entramos en el internado y alguien ya se quiere fugar, pero es en vano, y además lo que el lector quiere es adentrarse, conocer, asumiendo todos los riesgos que conlleva el conocimiento. Quedamos atrapados en el colich (como se denomina al internado a lo largo de la novela) igual que los personajes, dejándonos llevar por lo que vamos sabiendo, por lo que se nos cuenta y lo que se calla. Y lo que vamos sabiendo no lo narra una voz totalizadora: son puntos de vista incompletos, como secuencias breves primero; luego el diario de un profesor suplente, y por fin los escritos fragmentarios de otro profesor. Tal vez por eso quedamos atrapados, porque la autora nos obliga a contrastar miradas y hacer conjeturas.

Así es. Por descontado que lo que se narra tiene la fascinación de lo inquietante, pero el mayor logro de Cuatro por cuatro está en la estructura. Las tres partes son muy diferentes entre sí, y sin embargo unidas por un vínculo que se hace evidente poco a poco. En la médula está ese diario de un “mal escritor” que nos sumerge en lo que apenas se dejaba entrever en las primeras páginas, todo un mundo de relaciones viciadas por el poder y la sumisión. Hay una gran elipsis entre la primera y la segunda parte (unos tres años), y luego están otros huecos: dosificación, vacíos, todo lo que falta y que dice tanto como lo que está.

El Wybrany College puede ser aquí y ahora, es cada realidad que oponemos a lo exterior y amenazante, creando un nuevo círculo donde los monstruos están dentro, con relaciones de poder manifiestas u ocultas, con silencios, manipulaciones, falsedades. En ese internado de élite, donde los hijos de las clases dominantes comparten aula con becarios que son hijos de los empleados del centro, donde el fuerte humilla al débil que se hará fuerte para a su vez humillar a otros, el poder alcanza tal refinamiento que no se hace necesario recurrir a la represión directa, sino a formas más sutiles y eficaces de sometimiento. Así lo explica hacia el final una antigua alumna:

“–No. En el colich no nos castigaban nunca. Sólo nos daban discursos, nos modificaban las normas si incumplíamos algo. Lo que había valido hasta entonces, de pronto dejaba de valer; ésa era la táctica. En el fondo era peor. Yo hubiese preferido un castigo.”

El verdadero poder no precisa de la fuerza represora para imponerse cuando domina el arte de la manipulación y sabe crear una realidad que se construye como única posible. Eso, en apariencia tan evidente, es lo que tenemos desde hace tiempo en esta cosa que llaman democracia. Pero me salgo, me salgo (¿me salgo?).

Vuelvo, para ir acabando: Después de El trepanador de cerebros (Tropo Editores, 2010) y Un incendio invisible (Premio Málaga de Novela 2011), a los que se suman otros dos libros de relatos y un poemario, con ésta, su tercera novela, Sara Mesa ha sido finalista al Premio Herralde de 2012. Mucho más que una digna finalista junto a la premiada Karnaval, de Juan Francisco Ferré, Cuatro por cuatro es una novela que (sin pretenderlo, claro está) sirve de contrapunto a la exuberancia paródica de la de Ferré, y que tiene con ella muchos más puntos en común de los que pudiera parecer a simple vista. No voy a compararlas ni a sugerir elección (nada obliga a ello, mejor gozar con la lectura de ambas), son literaturas muy diferentes, pero en las dos se afronta con gran talento el tema del poder y sus abusos. En la novela de Sara Mesa, además, se arranca al lector el estremecimiento: cerrado el libro, todavía se escucha en el frío de la noche el ulular del cárabo.

Cárabo. Foto: Andrés M. Domínguez

1 comentario:

  1. La compré, pero aún no pude hincarle el diente. A ver si pronto.

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