Los adolescentes trogloditas, 2007
Emmanuelle Pagano (1969)
Lengua de trapo, 2011, 164 p.
Traducción de Tamara Gil Somoza
El tema de la identidad, de su mutabilidad y permeabilidad, me interesa desde hace tiempo, y no sólo desde lo literario. Aquí se trata una de sus variantes más sugerentes, pero también más vitales: la identidad de género y la transexualidad. Hay que saber abordar un tema así desde la literatura para no convertir el relato en una retahíla de sensiblerías, o en una inmersión en lo sórdido, o en un mero traspaso a la ficción de las teorías de Judith Butler. Afortunadamente, Emmanuelle Pagano no hace nada de eso en esta breve novela. Porque sabe escribir, y sabe que el tema central no tiene por qué ser el tema único, ni siquiera el que más se desarrolla en el relato.
Adèle conduce un microbús escolar (alumnos de colegio y de instituto) en la Francia más desconocida, en el altiplano del departamento de l’Ardèche. Observa con atención y curiosidad a “sus chavales”, cómo se relacionan, sus gestos y actitudes. En su trabajo, se encuentra con la dificultad de la carretera de alta montaña en inviernos duros, de intensas ventiscas. Las alusiones a esos adolescentes, sus historias, que ocupan la mayor parte de la narración, son en gran medida una suerte de pretexto, una escaramuza. Porque Adèle, que es la narradora de estos seis días dispersos que van del inicio de curso en septiembre hasta febrero, también habla de sí misma. Habla del tiempo en que vivió en esa misma comarca, cuando era niño, hermano mayor. Habla de su regreso como mujer, diez años después de haberse marchado. Habla de su hermano menor, que no acepta esa mudanza de cuerpo y nombre. Habla de un cazador, que la ama, pero que no sabe. Hacia el final, el mal tiempo, las horas compartidas con los adolescentes en una cueva, las líneas difusas hacia lo que podrá ocurrir o no en su vida.
Lo que hace que Los adolescentes trogloditas sea una novela inteligente es su capacidad para sugerir, su decidida negativa a narrar grandes acciones, pasiones o desgarros. Como en muchas buenas novelas, todo lo que no se dice es también la novela. Con un lenguaje desnudo, despojado, Pagano nos da pistas, narra algunos días de una mujer nacida hombre, huellas de una soledad en ese lugar aislado. Llama la atención la intensidad de algunas descripciones, la naturaleza carnal y abrupta de la montaña. Y, todo el tiempo, la compañía diaria de esos adolescentes que sabe retratar con ternura, esos niños y niñas en viaje a una identidad (de género y de tantas otras cosas) que todavía está por definirse. Sin más.
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