lunes, 21 de octubre de 2013

amoR


La lozana andaluza tenía como soporte ese palíndromo clásico. Su relectura, junto con la de la Celestina, el Lazarillo y otras obras de los siglos de oro, me ayudó en la escritura de la parte de Inês do Carmo en mi novela Dos olas. Ahora, después de tres largos años de espera, ha llegado por fin la edición de mi novela y su promoción. Me llegan a través de internet las primeras impresiones de su lectura, y es extraño: todo esto sucede a mil y pico kilómetros de distancia. Pero lo más extraño es, después de dos meses aquí, que todavía me sorprenda de estar viviendo en Roma.

En los últimos dos meses la vida del autor de este blog ha cambiado de golpe. Meses sin escribir ni una línea, sin apenas reposo ni tiempo para leer. Ni un minuto para tratar de compartir lo sentido con esas escasas lecturas. Necesitaría una vida gemela para tratar de escribir algo sobre libros tan intensos y valiosos como La hora violeta, de Sergio del Molino; Por si se va la luz, de Lara Moreno; Coetzee, César Aira, la Vita di Pasolini de Enzo Siciliano (inevitablemente, empiezo a italianizar mis lecturas).

Meses de cambios intensos, sí, que todavía no acaban. Mudanza en el sentido completo: de lugar, de objetos y gentes, de lengua, de país. También ser padre en otro país cansa. Acostumbrarse a otros ritmos, a otro elemento. Despacio. Hay tiempo. Roma es tiempo.

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