lunes, 13 de enero de 2014

esto puede estar llegando: la ilegalidad de un derecho (1)


© Paula Rego. Serie sin título (aborto), 1997-1999.

"Y aquel piso al que, por un poco más de dinero, me llevaron la semana pasada, al que yo pedí que me llevaran porque estaba sola y no quería recuperarme donde mi madre, en la Cova, yo ignoraba que estuviera en aquellas condiciones ni en un barrio clandestino cerca de la Costa de Caparica, un barrio sin agua corriente ni suministro eléctrico ni recogida de basuras ni nada, como suele pasar con estos barrios que algunos quisieran invisibles, pero que están inevitablemente ahí, y que de nada sirve derribar o desplazar. En aquel piso, acaso de algún familiar de la abortadeira, habían robado la luz de alguna parte, y con ella encendían varias bombillas desnudas en el cabo de cables que colgaban de techos y paredes sin pintar. Allí he pasado estos últimos cinco días, Tiago, en una habitación sin muebles, con dos o tres colchones en el suelo, una vieja estufa que olía a gas, y una ventana que no daba al mar. En ese cuarto vacío he comido, dormido, pasado largas horas sola, con la visita regular de una mujer que debía de vivir en el piso de al lado, una mujer con aire manso y sin dotes ni formación alguna para asistir a enfermos, que se limitaba a suministrar compresas, fármacos, comida y agua en un completo mutismo. No he estado siempre sola, sin embargo, pues cuando pude levantarme y caminar por mi propio pie comencé a pasearme por la casa, a entrar en otras habitaciones semejantes con mujeres en situaciones semejantes a la mía, a veces peores que la mía; y allí estaban esas adolescentes, siempre pálidas y susurrantes; y una mujer de cuarenta y cinco años que no dejaba de sangrar y fumar; y el último día una mozambiqueña a la que tuvieron que llevarse al hospital porque algo había salido mal. Y cómo no va a salir algo mal de vez en cuando, cómo es posible que no salga mal más a menudo, y no porque se haga sin ginecólogo, ni enfermera, sin quirófano, ni ecografía, ni anestesia, sino porque se realiza sin higiene, sin conocimiento, en cualquier habitación más o menos limpia, más o menos oscura, húmeda o fría, con polvorientos animales de plástico o de porcelana que miran con ojos tristes cómo me desnudo de cintura para abajo mientras la abortadeira dice ya verá como no duele tanto, es más lo que se cuenta que"

Dos olas, Tropo editores, 2013, páginas 49-50.

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