jueves, 30 de mayo de 2013
volver a Paris, Texas
Buscar. Regresar. La historia de Travis, Hunter y Jane. Volver a ver esta película como si fuera la primera vez. No por haber olvidado: porque la mirada es nueva ahora. La historia de Sam Shepard no sería gran cosa sin las imágenes de Wim Wenders y la guitarra de Ry Cooder, esos paisajes para una desolación. Buscar y encontrar. Regresar a donde no hay posible retorno. No necesitaba tener hijos para entender, pero ahora entiendo de otra manera la película. Entiendo a Travis. Pero entiendo más a Jane.
viernes, 24 de mayo de 2013
Wayne Shorter, uno de los últimos
Qué pocos quedan que puedan ser llamados grandes. En el jazz, y en cualquier faceta creativa, incluida la literatura. Se han acabado los tiempos de las grandes figuras creadoras. A quienes se llama grandes, ahora, son a los que saben venderse mejor. No se trata de nostalgias, creo que hemos ganado mucho (en música, literatura, arte) en diversidad y cantidad: se ha desacralizado la figura del creador y proliferan voces y miradas que mantienen un alto nivel de exigencia creativa, tantas que es imposible abarcarlas. Algunas podrían haber obtenido mayor reconocimiento en otro tiempo. Ya no. No es peor ni mejor, sencillamente es de otra manera. Pero, como siempre, divago: yo estaba pensando en Wayne Shorter, uno de los últimos grandes, que he tenido la suerte de escuchar dos veces en directo.
A quien le interese, conviene ver este vídeo.
jueves, 16 de mayo de 2013
Quotidiano, de Nuno Júdice
Quotidiano (Reflexão)
Por exemplo, as coisas que faltam neste lugar:
uma enxada para que as mãos não toquem na terra,
um ninho de pardais no canto da relha,
para que um ruído de asas se possa abrigar,
um pedaço de verde no monte que ainda vejo,
por detrás dos prédios que invadem tudo.
Mas se estas coisas estivessem aqui,
também faria falta um copo de água para ver,
através do vidro, um horizonte desfocado;
e ainda os restos de madeira com que,
no inverno, é costume atiçar o fogo
e a imaginação que ele consome.
Como se tudo estivesse no lugar,
pronto para ser usado na data prevista,
sento-me à janela, e fixo a única coisa
que não se move:
o gato, hipnotizado por um olhar
que só ele pressente.
Nuno Júdice, Meditação sobre Ruínas (1995)
Aunque muchos lo podrán entender sin la traducción, improviso una versión del poema:
Cotidiano (Reflexión)
Por ejemplo, las cosas que faltan en este lugar:
una azada para que las manos no toquen la tierra,
un nido de gorriones en el canto de la reja
para que un ruido de alas se pueda abrigar,
un pedazo de verde en el monte que aún veo,
por detrás de los edificios que todo lo invaden.
Pero si estas cosas estuviesen aquí,
también haría falta un vaso de agua para ver,
a través del vidrio, un horizonte desenfocado;
e incluso los restos de madera con que,
en el invierno, se acostumbra atizar el fuego
y la imaginación que él consume.
Como si todo estuviese en el lugar,
listo para ser usado en la fecha prevista,
me siento junto a la ventana, y miro la única cosa
que no se mueve:
el gato, hipnotizado por una mirada
que sólo él presiente.
Por exemplo, as coisas que faltam neste lugar:
uma enxada para que as mãos não toquem na terra,
um ninho de pardais no canto da relha,
para que um ruído de asas se possa abrigar,
um pedaço de verde no monte que ainda vejo,
por detrás dos prédios que invadem tudo.
Mas se estas coisas estivessem aqui,
também faria falta um copo de água para ver,
através do vidro, um horizonte desfocado;
e ainda os restos de madeira com que,
no inverno, é costume atiçar o fogo
e a imaginação que ele consome.
Como se tudo estivesse no lugar,
pronto para ser usado na data prevista,
sento-me à janela, e fixo a única coisa
que não se move:
o gato, hipnotizado por um olhar
que só ele pressente.
Nuno Júdice, Meditação sobre Ruínas (1995)
Aunque muchos lo podrán entender sin la traducción, improviso una versión del poema:
Cotidiano (Reflexión)
Por ejemplo, las cosas que faltan en este lugar:
una azada para que las manos no toquen la tierra,
un nido de gorriones en el canto de la reja
para que un ruido de alas se pueda abrigar,
un pedazo de verde en el monte que aún veo,
por detrás de los edificios que todo lo invaden.
Pero si estas cosas estuviesen aquí,
también haría falta un vaso de agua para ver,
a través del vidrio, un horizonte desenfocado;
e incluso los restos de madera con que,
en el invierno, se acostumbra atizar el fuego
y la imaginación que él consume.
Como si todo estuviese en el lugar,
listo para ser usado en la fecha prevista,
me siento junto a la ventana, y miro la única cosa
que no se mueve:
el gato, hipnotizado por una mirada
que sólo él presiente.
lunes, 13 de mayo de 2013
el arte y el drama (Chet Baker)
Ahora que se cumplen 25 años del suicidio de Chet Baker, ahora que volverán loas y retratos del músico maldito y se repetirá el adjetivo “turbulento” aplicado a su vida o a su carácter, veo el documental que rodó Bruce Weber el mismo año de su muerte (Let’s get lost, 1988).
Nunca me sedujo la voz melosa de Chet, aunque el sonido de su trompeta ya es otra historia. A pesar de sus brillos juveniles (sobre todo con Gerry Mulligan o Stan Getz) prefiero al Chet viejo que al joven, en cualquier caso, por ejemplo en dúo con Paul Bley.
El documental de Weber muestra a la estrella, sus luces y sombras, éxitos y tropiezos. Por encima o por debajo de la leyenda y la celebridad va aflorando el hombre. Están los testimonios y está él, en su juventud dorada de James Dean jazzístico West Coast y en los años del declive europeo, con ese rostro de yonqui decrépito que, para mí, tiene mucho más encanto que la cara angelical del primer Chet.
Let’s get lost no es un documental sobre jazz –o lo es sólo de forma circunstancial–, sino sobre el personaje, sobre su magnetismo y sus contradicciones, un buen documental que me confirma en mi opinión de que Chet Baker es, al menos, tan interesante como tipo que como músico, aunque al final queda la sensación de que fue más un personaje que un intérprete. Dicho de otra manera: fue un excelente trompetista, pero ha quedado, sobre todo, como tipo dramático. Ese cierto desequilibrio no lo encuentro en otros músicos de jazz como Charlie Parker y Billie Holiday. Por intensas y trágicas que fuesen sus vidas, en ellos el arte sigue superando al drama.
Nunca me sedujo la voz melosa de Chet, aunque el sonido de su trompeta ya es otra historia. A pesar de sus brillos juveniles (sobre todo con Gerry Mulligan o Stan Getz) prefiero al Chet viejo que al joven, en cualquier caso, por ejemplo en dúo con Paul Bley.
El documental de Weber muestra a la estrella, sus luces y sombras, éxitos y tropiezos. Por encima o por debajo de la leyenda y la celebridad va aflorando el hombre. Están los testimonios y está él, en su juventud dorada de James Dean jazzístico West Coast y en los años del declive europeo, con ese rostro de yonqui decrépito que, para mí, tiene mucho más encanto que la cara angelical del primer Chet.
Let’s get lost no es un documental sobre jazz –o lo es sólo de forma circunstancial–, sino sobre el personaje, sobre su magnetismo y sus contradicciones, un buen documental que me confirma en mi opinión de que Chet Baker es, al menos, tan interesante como tipo que como músico, aunque al final queda la sensación de que fue más un personaje que un intérprete. Dicho de otra manera: fue un excelente trompetista, pero ha quedado, sobre todo, como tipo dramático. Ese cierto desequilibrio no lo encuentro en otros músicos de jazz como Charlie Parker y Billie Holiday. Por intensas y trágicas que fuesen sus vidas, en ellos el arte sigue superando al drama.
Etiquetas:
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sábado, 4 de mayo de 2013
el ojo y la mirada
no son miradas, no es un mirar, no ven: son ojos solo, y alguien los colecciona como si fuesen mariposas
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