La memoria. Los ojos. Los nombres llenos de raíces.
Una ciudad fantasma hecha de arcilla.
Miro ese hueco inmenso donde fui: los otros,
en noches largas como mi deseo.
La luz me piensa. Escucho
cómo tu cuerpo hilvana los atardeceres
en esta claridad recién llovida
y se posa en la piedra. Ah, si anunciase
el gorjeo del sol y el agua inmóvil.
¿Oyes?, la noche habla
y un aire arrecia sobre el promontorio
que forman mis dos manos sobre ti.
Mañana habremos de inventar el tiempo,
abrir sus puertas a la luz
para que en este cielo que se desmorona
crezcan de nuevo nombres como frutos,
una semilla de conciliación.
Jenaro Talens
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