jueves, 2 de junio de 2011

delirium

Tras la última copa de vino se oculta Saturno. Cuando el último trago alegra mi garganta, el último hijo devorado maldice al padre o primer dios en un grito ahogado. Tropiezo, ebrio, con el quicio de la puerta, y vomito en la alfombra de la biblioteca. Como sombras reptiles los masticados dioses se ayuntan bajo los anaqueles. Saturno, abrumado, los busca voraz por las esquinas, en los vanos de mis arcadas. Ahíto, me acurruco en el suelo: ovillo de espanto. Junto a mi rostro inmóvil, efímeras, nerviosas formas en fuga tantean el miedo. Corretean, me rozan el pelo y tropiezan con mis manos sin apercibirse, como si yo fuese un objeto inerte, como si estuviese muerto: Todos los dioses se han vuelto cucarachas.

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