No vuelvas a comportarte de ese modo, Tobi, despreciable saco de pulgas: me obligas a castigarte en tu rincón o a usar la correa, y después te lamentas, o peor, me reprochas que te haya quedado una marca visible porque temes que pueda verla cualquier compañero de departamento. Siempre el qué dirán, Tobías, ese miedo estúpido a no ser un catedrático normal. Como si fueses el único que ladra o cría garrapatas. Y ahora venga, dame la patita, ¡dame la patita!
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