Tras tantos años de convivencia, decidieron nocasarse. Alquilaron un local y organizaron una cena de noboda, a la que invitaron a todos los amigos y a algún familiar. Los convidados acudieron vestidos de rigurosa etiqueta: en unos se leía claramente “Lavar en frío y del revés”, en otros se indicaba talla y precio, o “made in China”. Bailaron, ebrios de zumo de papaya, al son de un impromptus dodecafónico. De aquella ceremonia no dimanó documento alguno en el registro de parejas nocasadas.
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