Los mercados tienen miedo. Los mercados, esos especuladores que han convertido el mundo en un casino, están nerviosos. Temen no poder ganar más y más, y les importa poco el sacrificio que se ofrece en su nombre. A diferencia de los dioses griegos, que se contentaban con una hecatombe (o sea, con el sacrificio de cien bueyes), a los nuevos dioses ni siquiera les contenta una hecatombe (en el sentido actual de catástrofe humana) social: son impasibles a la desigualdad o a la injusticia. No es que no tengan “corazón”, sencillamente no tienen ojos para lo que no da dinero. No ven más allá de sus ganancias, sus anteojeras. Su miedo es como el del mulo que pisotea todo cuanto queda fuera de su campo de visión.
Lo peor de todo es que su miedo es contagioso: los bancos y las instituciones financieras ya están hace tiempo contagiados por ese miedo. Y tras ellos las empresas y los gobiernos. Es por miedo que aquéllos dan órdenes (recomendaciones, dicen) y éstos sacan las tijeras. Es por miedo que ahora se considera un gasto lo que sigue siendo un derecho: el acceso igualitario a la salud, la educación, el transporte, la cultura, etc., algo que sólo puede garantizar el servicio público de calidad. Es por miedo que quieren privatizar todo lo privatizable y convertir nuestros derechos en negocio. Por miedo a no ganar todo lo posible. Y cualquier cosa es una fuente posible de ganancia. Imaginad: dentro de unos años, si todavía podemos viajar a Atenas, encontraremos que la Acrópolis pertenece a Goldman Sachs o a cualquier banco alemán, pues a este paso el estado griego va a tener que vender su propio patrimonio. ¿Suena a boutade o a exageración? A mí no me lo parece. Se empieza por aplicar un ERE a los funcionarios públicos, como si fuesen empleados de una multinacional, y se sigue por vender la riqueza material e inmaterial de un país, cualquier cosa con tal de aplacar los miedos. Pero el miedo de los mercados parece no tener límites, se retroalimenta en tanto que es motor de lucro: ¿cómo poner fin a ese miedo, real o fingido, que da tan buenos frutos?
Todos tienen miedo: los mercados, los bancos, los organismos financieros, los gobiernos nacionales y regionales, la oposición, los medios de comunicación de miedos. Y ese que tienes enfrente, y acaso tú mismo, y yo tantas veces, tenemos miedo a quedarnos sin nada, por poco que tengamos. Y poco a poco el miedo que nos van inoculando como un veneno nos vuelve desconfiados y apáticos, nos enroscamos en nuestra concha precaria. Como el ratón paralizado ante la serpiente, pensamos que es inevitable, que ellos son los que mandan, que no podemos nada contra su voracidad. Y por miedo a perder nuestro dinero perderemos nuestros derechos. Y así, de miedo en miedo, nos iremos todos a la mierda.
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